El otro día fui a caminar por mi paseo habitual con mi marido. Hacia más o menos la mitad del camino me encontré con una pluma preciosa. No llevaba bolsillos, así que le pedí que la guardara.
¿Sabes cuando encuentras una moneda y en seguida quieres otra?
No sé qué se activará en el cerebro que en lugar de un “¡oh! Gracias! ¡Qué suerte!”. El cerebro, poseído por la ambición, dice “Si he encontrado una, debe haber más!! ¿Dónde están? ¿Dónde están las otras monedas? ¿Los otros billetes? ¿Los otros clientes? ¿Los otros regalos? ¿La siguiente lotería ganadora?
¿Dónde está mi suerte?
¿Y por qué ella me puede encontrar a mi solo cuando quiere y yo a ella no?
Parece que lo único que puedo hacer es encontrarme en el estado en el cuál a la suerte le resulto atractiva. Pero, ¡ojo! Amiga, eso ya es mucho.
Y, mientras pensaba en todo esto y compartía bajo la extraña mirada de mi marido, ¡bum! ¡Otra pluma!
¿Me la puedes guardar?
A ver si lo entiendo.
La suerte va así.
Ella te encuentra cuando menos te lo esperas. Cuando no eres consciente. Pero ha de ser un inconsciente determinado. No cualquier tipo de inconsciencia vale.
Ahora, si la busco yo a ella, se escabulle como un pez.
Solo quiere que sepa que ella vendrá cuando yo me relaje. Pero que en esa relajación, haya apertura, confianza y desapego.
Como un gato. La suerte es como un gato. Solo viene cuando quiere. Y, cuando menos la quieres, más viene. Pero eso sí, estate ahí. Porque si no estás, tampoco te encuentra.
¿Lo pillas? ¿No?
Yo tampoco.
La historia no acaba aquí.
Vamos al coche de vuelta y Chase se dispone a devolverme mis plumas y pum. Se caen de su bolsillo. Solo encontramos una… ☹
Y cuando ya parecía que no la iba a encontrar, levanté una hoja y la encontré. Me fui feliz al coche. Como si ya hubiera culminado mi día, o incluso mi semana. Y, al subirme al coche veo que algo brilla bajo mi pie derecho.
No puede ser…
¡Otra! Y esta vez, una aún más preciosa, con una división que no había visto jamás en la punta y una franja blanca que parecía dibujada.
Las tres plumas y la suerte es como un gato.
Conclusión: estate donde suceden las cosas y deja que vengan a ti cuando menos lo esperes. ¿Fácil? No. Si lo fuera, todo el mundo tendría suerte. Además, recuerda: nunca jamás tendrás tanta suerte como el día en que fuiste concebido. El resto de tu vida es puro bonus track.
🌟 ¡Gracias por compartir tu tiempo y energía conmigo! 🌟
✨ Más Kindfulness, por favor. ✨
🌊 Porque no todos vamos en el mismo barco,
pero todos compartimos el mismo mar. 🌊
💚¡Un abrazo de corazón a corazón 💚 y …
¡Ojalá seas tú todos los días de tu vida!
Con todo mi amor,