¿Lo estás alargando más de la cuenta?
¿Conoces la sensación de “ya no hay vuelta atrás”?
Puedes engañarte un tiempo pero, al final, acabarás tomando ese camino.
Lo sabes.
Lo estás alargando un poco más.
Quizás porque todavía crees que puede salvarse.
A lo mejor porque aún puedes salvarlo.
Pero, ¿a qué precio?
¿Cuánto te está costando quedarte ahí?
Cuando estás dentro sientes que el precio no es tan alto.
Cuando te alejas, sientes esa liberación.
Esa conexión con tu alma.
Pero vuelves una y otra vez.
Todavía hay esperanza en cualquiera de las dos opciones.
Lo que pasa es que una ya la conoces.
La otra no.
¿Quieres que te confiese una cosa?
Estaba decidida.
Iba a atender la llamada más loca de mi vida.
Dejarlo todo. Desprenderme de todo. Dejar ir quién he sido casi por completo.
Volver a empezar. Dar la vuelta al mundo… sin saber cuáles serán los próximos pasos.
Estaba decidida, aunque cagada.
Y entonces…
Volví a casa.
A las raíces.
A la comodidad absoluta.
Allá donde todo germinó.
Cerca de tus orígenes, de tu entorno, de tus familiares, del lugar que vio crecer todos los programas mentales que te instalaste y que aún arrastras (para bien o para mal) dificulta que puedas discernir de quién es la voz de la decisión finalmente tomada.
Por eso, en muchas tribus se da ese ritual donde la persona se “aleja” de la tribu para escucharse, para crecer, para tomar la decisión desde dentro. Hasta los Amish lo hacen.
Porque, ¿quién te dice que quien eres no es más que un puñado de pensamientos que te has ido creyendo acerca de ti, de los demás y del mundo?
¿No te interesa saber quién eres más allá de lo que has venido pensando de ti hasta ahora?
No sé tú, pero yo quiero saber.
Quiero saber si puedo ser más que lo que pienso.
Si puedo ser más de lo que he pensado de mí hasta ahora.
Si soy capaz de vivir mejor este tiempo que me han regalado.
Si me puedo entregar todavía un poco más a la vida.
Si puedo aprender a vivir en mi máxima expresión.
¿Y sabes por qué te lo digo?
Porque creo que hay personas que se mueren de repente, pero otras, si nos despistamos, nos morimos poco a poco.
Nos morimos poco a poco cuando no sabemos quiénes somos.
Nos morimos poco a poco cuando nos alejamos de nuestros valores.
Nos morimos poco a poco cuando priorizamos nuestros miedos por encima de nuestros sueños.
Nos morimos poco a poco cuando ponemos en el pedestal de nuestra atención a personas que nos consideran una opción entre mil.
Nos morimos poco a poco cuando dedicamos nuestro tiempo a distraernos de lo que nos hace humanos.
Nos morimos poco a poco cuando le entregamos el poder a cuestiones irrelevantes.
Nos morimos poco a poco cuando no nos cuidamos.
Morimos poco a poco cuando no vivimos.
Cuando no vivimos plenamente.
Cada uno sabrá lo que eso es.
Para mi…
Vivir de verdad es reconocer que crecer duele.
Vivir de verdad es reconocer que amar te desarma.
Vivir de verdad es darte cuenta de que no eres más por tener más, ni eres menos por tener menos.
Vivir de verdad es preguntarte qué es vivir de verdad y atreverte a contestar esa pregunta.
Vivir de verdad te está esperando.
Por un tiempo determinado.
La única diferencia entre mi hermano (RIP) y tú, la única diferencia entre las personas con un diagnóstico terminal y tú es que ellos saben más o menos cuando morirán.
Tú y yo no lo sabemos.
Y por eso, deberíamos si acaso, aprender a vivir más, porque, tu día, o el mío, podría ser cualquiera.
Vive como si fueras a morir en dos años.
Construye como si fueras a vivir eternamente.
Con todo mi amor.
¡Un abrazo y ojalá seas tú todos los días de tu vida!