El mayor enemigo para tu ego

No sé si alguna vez te lo he contado pero sentarme aquí, delante de la pantalla, pensando en ti y en qué voy a escribir para ti es, sin duda, uno de mis momentos favoritos de la semana.
Así que, lleves poco o mucho tiempo leyéndome, simplemente gracias.
¿Qué sería de un músico o un bailarín sin audiencia? ¿Un actor sin escenario o cámaras? ¿Un escritor sin lectores?
¿Qué sería de ti sin el otro?
Y no hablo solo de aquellas personas que te hacen bien, que te alimentan el alma, que solo por estar con ellas te sientes viv@.
También incluyo a aquellas que te hacen crecer, haciéndote tambalear por los caminos más complejos de tu universo interno.
A todas: gracias.
Cuánto hablamos de ser independientes, ¿verdad? De que no nos afecte para nada lo que nos haga el otro. De permanecer en nuestro centro, pase lo que pase. Como si fuéramos una especie de robots abanderando un estoicismo extremo.
Yo creo que no somos independientes. Vamos, no lo creo. Lo sé.
Somos seres interdependientes. Y eso no significa que debamos diluirnos y fundirnos con el otro pero sí permitirnos modificar por las interacciones por los demás.
Pongamos por ejemplo que tengo un conflicto y no me dejo modificar en absoluto, me mantengo en mi centro. ¿Estoy realmente escuchando al otro? ¿Me estoy involucrando en sus emociones? ¿Estoy realmente entendiendo qué está queriendo decir? ¿Estoy aprendiendo algo?
Por el contrario, cuando entro en un conflicto con mi batallón de defensa, tampoco estoy permitiendo un cambio en mí. Porque cuando mi cerebro emite una señal de salida, a la misma vez, no está permitiendo las señales de entrada. Mientras me defiendo, no puedo escucharte.
Creo que en nuestras interacciones, si así lo elegimos, crecemos cada vez. De hecho, y de esto me he enterado hace relativamente poco, el conflicto existe desde los organismos unicelulares hasta en los cuerpos más grandes que podemos encontrar en el Universo.
¿Y para qué existe el conflicto?
Para evolucionar.
Ese es el sentido último. Su intención positiva. Su función esencial.
Pero para eso, uno debe hacer un ejercicio de escucha activa hacia la otra persona y corre un riesgo inmenso: Darse cuenta de que el otro, en parte, tenía razón.
Y eso es muerte para el ego.
Por eso nos cuesta tanto.
Y ahí es donde entra el amor (el mayor enemigo del ego), incluyéndote a ti en la ecuación.
✨ Más Kindfulness, por favor. ✨
🌊 Porque no todos vamos en el mismo barco,
pero todos compartimos el mismo mar. 🌊
💚¡Un abrazo de corazón a corazón 💚 y …
¡Ojalá seas tú todos los días de tu vida!
Con todo mi amor,

